RESEÑA POR ORALIA LOMBERA REYES, "MUSA PEREGRINA"

PARA LIBRO “CUANDO FALLA EL CORAZÓN, ACIERTA LA POESÍA” 

DE ARTURO MARTÍNEZ AVENDAÑO





 




Leyendo el ejercicio literario de Arturo Martínez Avendaño en su libro “Fallaste Corazón” en el campo de la poesía, sonrío de inicio ante una frase valiente, una original dedicatoria que atrajo mi atención, un deseo arraigado, actividad lúdica del hombre común, fantasía enardecida en la pluma del autor, tal vez sin temor a equivocarme sea ese viaje a la velocidad de la luz que algunos caballeros imaginan en sus noches rojas, para después volver arrepentidos a los brazos de su otra costilla, la terrícola que les corresponde por ley divina.

Ensimismado en la belleza femenina, musita, grita con impunidad su corazón de enamorado del amor:

 “A todas las mujeres, de todas las galaxias”

Cosas del oficio.  Cuando falla el corazón de un enamorado es el preámbulo perfecto que posiciona al poeta en un plan de ataque mediante el verso. La pluma apuesta a la línea adolorida, sangrante, agónica, a todo recuerdo, a las visiones que danzan desnudas una vez y otra vez, entre sus dedos. Sentir que falla el corazón, ¡vaya paradoja! Se necesita mucho corazón, un buen corazón, precisamente un corazón que no falle para apuntar directamente a la cabeza del arte y crear vida a través de ello. Palabras más, palabras menos, evocaciones, cúmulo de momentos irrepetibles, misiles a la memoria de un hombre que no hace más que reclamar estructura y estilo en sus tintas, derramando en su vivir cataclismos y sensaciones maduradas como la mejor uva del huerto. Fatuidad, efluvios, ausencias regodeadas en el vino de los años, letras bebidas de a poco, a sorbos de un embriagado destino que brinda por lo que alguna vez fue.  El mortífero tiempo causa estragos en la carótida que yace en el cerebro de toda poesía, a corta distancia del corazón, el amor bombea la sangre hacia afuera de este, mientras el resto del cuerpo se place escribiéndole a todo y nada, porque la literatura da para mucho, hasta para escribirle a las fallas, a los errores, al acierto del amor cuando es verdadero amor, pero también al vigoroso instinto que significa amar. Amor, sinónimo de felicidad y extrañamente también de pena, de placer como motor que mueve al mundo, ya que un mundo sin corazón no evita las pasiones, pero si las vence, para después sin imaginarlo y en cualquier momento llegue la soledad a tocar su puerta, y sea la dicha quien abra, cerrando los ojos en cuanto le sea conveniente. No hay que dar el corazón si se va de paso, mucho menos a turistas emocionales, forcejear ante el sentimiento para no llegar al límite de lo patológico no es tarea fácil, pareciese que le atacan elementos infrahumanos a un corazón enamorado cuando padece mal de amores, se me cruza por la mente una interrogación al término de la lectura de estos títulos…

“La muerte de la guitarra”

“Incoherencia”

“¿Ahora qué?”

“Alas nulas”
“Inmolación”

¿Es que acaso el poema se esfuma sentenciado al fallar el corazón?, porque en eso de las culpas no existe falla alguna y todo es perfecto, incluso en aquellos que se detienen y dan media vuelta, en los que cierran las manos para no recibir nada que no sea justo, pensar en aquellas advertencias no escuchadas cuando suceden las cosas y uno hace como que no recuerda, ayuda bastante, sobre todo para comprender el por qué el corazón limpio y sano, esta vez, no acertó.

Oralia Lombera Reyes
“Musa Peregrina”
Escritora guerrerense.

 



 

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